Caminó calle abajo. No miraba hacia atrás, apuraba el paso en la vereda de baldosas sueltas cargando sobre los hombros el cielo violento y gris cargado de promesas de lluvias.
La calle terminaba unas pocas cuadras más allá, donde el pueblo se fundía con el campo que estallaba en verdes. Las baldosas fueron tierra fina y opaca, luego barro, luego un chapotear de pies entre los pastos altos. Caminó hacia los árboles. Cruzó un alambrado. Los pies clamaban un instante de paz. Siguió caminando
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